Cómo te afecta la llegada de un hermanito

chino bravo
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Al principio creímos que su rebeldía era normal y que tan solo se trataba de un estado insoportable de prematura pre-adolescencia. A Martín le encanta coger a su hermano Héctor en brazos y hablar con él, pero su inteligente sarcasmo con nosotros se ha vuelto ilimitado. Y ha tenido algún gesto brusco de rabia hacia su hermano. Además, molestar a las visitas poniendo los pies
encima del sofá justo a su lado se ha convertido en un deporte. Una noche sus gritos de terror fueron desesperados. Unos zombis intentaban comérselo. Lo achacamos al bombardeo de Halloween. Pero no, esta es la segunda ocasión en la que Martín pierde su trono y nos reclama más que nunca. Ya hemos puesto remedio.

Abrázame fuerte


Por su parte, Beatriz, de cuatro años, vive en un estado de felicidad constante en el que es divertido chinchar a Martín. Lo que ocurre es que Martín se ha percatado de que sus malas pulgas mantienen a raya a su hermana. Y, claro, se dan nuevos conflictos.

Como nueva hermana mediana ha encajado perfectamente en su papel. Si el bebé llora nos avisa con más insistencia e intenta limpiarlo y ponerle ella el pañal. Es cierto que ella también está un poco más sensible. Si le molesta el tono de la pregunta no contesta, lo cual resulta un tanto enervante, aunque al cabo de un rato necesita dar un beso y que la abracen muy fuerte. Por lo demás, todo sigue su curso. Le encanta jugar bajo el sofá e imitar las voces que oye, ponerse su disfraz de Spider-Man musculoso. Y sigue convencida de sus poderes mentales para abrir las puertas de salida del metro. Bueno, también cree que a mí se me cayó el pelo un día muy ventoso y que sus abuelas fuman a escondidas en la cocina cuando la van a ver. Cosas de la vida infantil.

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