¿Jugar o Aprender? Para un Niño, no Hay Diferencia

chino bravo
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El juego es la manera que tienen los niños de descubrir el mundo, desarrollar sus capacidades y comunicarse.


Jugamos para vivir, y el juego nos hace libres –si no jugamos en libertad, no es un juego-, nos enseña límites, amplía nuestra imaginación…

Las primeras nociones matemáticas y físicas llegan a los bebés y a los niños a través del juego: la diferencia entre grande y pequeño, uno o varios, la agrupación por formas y colores… El lenguaje, las asociaciones de ideas o la habilidad manual también se adquieren jugando.

El juego va descubriendo a nuestros hijos, desde bebés, su individualidad, y es una fuente de confianza y seguridad en ellos mismos: al alzar las manos para mover una pieza de su gimnasio, gatear para alcanzar algo que les ha llamado la atención, hacer ruido con su juguete o manipular sus piezas de construcción descubren que son capaces de modificar lo que les rodea, y que cuanto más lo hacen más fácil les resulta y pueden intentar cosas más complejas.
Tocar, manipular y repetir

Antes de empezar a hablar, los bebés juegan con las cosas y las personas que tienen delante: intentan moverse hacia aquello que les llama la atención, y cuando alcanzan ese objeto que les ha gustado les encanta chuparlo, golpearlo, hacerlo rodar, manipularlo… Cuando descubren algo que les interesa, lo repiten y repiten hasta que pierden el interés, es decir, hasta que han asimilado e integrado lo que tenían que aprender con esa acción.

Cuando los bebés tiran un muñeco al suelo una y otra vez no solo se fijan en el ruido que hace, cómo se desplaza, dónde termina… También están descubriendo cómo reaccionamos nosotros a sus acciones. ¿Qué hace mamá cuando tiro mi juguete al suelo en casa? ¿Y si lo hago en la calle? ¿Y si lo hago un montón de veces? ¿Y si lo que tiro es el plato lleno de puré, que hace ese ruido y esas manchas tan divertidas en la pared y en el suelo?

Los adultos, cuando jugamos con ellos, también repetimos nuestro comportamiento (“¿Dónde está la pelota?” “¡Uy! ¡Se ha caído!”…) Por eso, cuando jugamos con frecuencia con un niño, nos pide con la sonrisa o la mirada esos gestos y ruidos raros que conforman los primeros juegos sociales. Es su modo de demostrar que nos reconocen y que tienen capacidad para anticipar nuestras reacciones, es decir, proyectarse hacia el futuro.

Cuanto más juegue un niño, mayor será el conocimiento que obtenga sobre las personas y las cosas que le rodean.

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