Cómo Aprenden a Hablar

chino bravo
Por -
0






Un día el bebé quiere decir una palabra, y dice justo esa palabra. Lenta, clara, solemne... Sin duda, empieza a disfrutar un segundo antes de la reacción que se avecina. Ha comprobado cómo, hasta ese momento y a raíz de su balbuceo, los miembros de la familia se emocionan, aplauden, juran y perjuran que ha dicho "¡papá, mamá, teta!".


Ha tenido un gran éxito durante los interminables ensayos. En ellos ha alargado las vocales hasta el infinito para ver hasta dónde llegaban ("aaaaaaaaaaaaaaaa"), ha comprobado el efecto de poner los labios así o asá ("gu-gu pa-pa-pa-pa"), y lo ha repetido sin descanso si la combinación ejercía efecto en los presentes. Pero aún no estaba queriendo decir nada.

Alrededor del año los niños dicen su primera palabra con sentido pero, sobre todo, su primera palabra intencional: han dicho justo lo que querían decir. El regocijo es enorme. Antes de llegar a ser palabra, "agua" fue una sensación fresquita en la boca. Luego Carlos la vio, la tocó y se mojó, intentó coger un vaso y se le derramó.

Antes de ser palabra, "papá" fue unos brazos enormes que lo acunaron. Luego Carlos pudo ver esos brazos y todo lo demás, pudo tocarlo, olerlo, morderlo.

En la base del lenguaje está el contacto con la realidad. Los niños necesitan tocar la realidad con todos los sentidos antes de ser capaces de emitir esa abstracción que es la palabra. Un bebé que pasa muchas horas delante de la tele (artefacto que, paradójicamente, emite palabras y palabras) puede sufrir un retraso considerable en la adquisición del lenguaje. Se pierde lo más importante: el contacto con la realidad y alguien con quien compartirla.

Publicar un comentario

0Comentarios

Publicar un comentario (0)